El uranio no se utiliza de forma responsable.
Se utiliza en la guerra en municiones. Cuando las municiones explotan, el uranio se dispersa en el polvo que arrastra el viento o se propaga por los ríos. Todos estamos contaminados por las guerras, incluso las lejanas.
Se utiliza en la agricultura para esterilizar los cultivos. Los agricultores son las primeras víctimas porque son los más expuestos. En los grandes silos, el uranio se utiliza para evitar que el trigo se pudra. Siempre hay accidentes que dispersan el polvo. Sería mejor tener una agricultura sostenible a pequeña escala que pueda gestionarse sin productos químicos, aunque ello implique utilizar más mano de obra.
Se utiliza para producir electricidad en las centrales nucleares, lo que produce residuos que se entierran bajo capas de hormigón que se agrietarán dentro de cincuenta años. Además, las centrales nucleares se utilizan durante más tiempo o se construyen en zonas sísmicas, aunque ello suponga arriesgarse a un accidente. Fukushima, por ejemplo, se construyó sobre una falla sísmica.
En los siglos XIX y XX, los productos de belleza y las pinturas anaranjadas para papel pintado se fabricaban con productos radiactivos: uranio, radio y cesio. Los científicos han demostrado que son perjudiciales.
La imagen médica y la exploración espacial parecen ser los únicos campos en los que el uranio se utiliza razonablemente.
Las muertes nucleares no se contabilizan adecuadamente porque no tenemos forma de establecer el vínculo entre la exposición al uranio y una enfermedad que se produce cincuenta años después. No hay forma de realizar estudios epidemiológicos.
Pero la ciencia es clara: el contacto con el polvo de uranio provoca cáncer y malformaciones. El polvo de uranio se aloja en los pulmones e irradia el resto del cuerpo y a quienes lo rodean.
Con todo el dinero que se gasta en la manipulación del uranio (procedimientos, papeleo, construcción de centrales nucleares, intermediarios, guerras para mantener el acceso al uranio, etc.), podemos financiar fácilmente las alternativas: metales no radiactivos para armas, energías renovables, agricultura no industrial.
