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Una vida digna


Las ideas de extrema derecha están ganando adeptos en todo el mundo. Los partidos de centro y de derecha adoptan sus ideas. Son atractivas porque proponen restaurar la dignidad afirmando la identidad nacional.

Muchas zonas han sido abandonadas (servicios públicos, salud, transporte, etc.) en favor de las ciudades. Las personas que viven allí son consideradas culpables por el neoliberalismo omnipresente: si fracasan, ¡es culpa suya! Si están en paro o tienen sobrepeso, es porque no tienen mérito. La extrema derecha quiere que piensen que están por encima de los extranjeros. Su herencia es suficiente; sin hacer nada, ganan valor.

Pero hay formas de restaurar la dignidad más conformes con la democracia y la convivencia. No hay que atacar a los inmigrantes. Hay que reconocer la existencia de esas personas “deplorables” y restablecer su función en la sociedad.

Son esenciales unos ingresos suficientes para alimentarnos de forma respetuosa con el medio ambiente (permacultura orgánica) y los servicios públicos. Hay que invertir masivamente en infraestructuras e implantar una renta básica universal.

¡Trabajar bien en buenas condiciones significa dignidad! Hay que prohibir la competencia cuando no respeta los criterios de calidad, sociales y medioambientales.

Las subvenciones son una trampa. No mejoran el nivel de vida, sólo dan dinero público a los ricos. Por ejemplo, conceder ayudas a la vivienda permite a los dueños subir los alquileres, con lo que el dinero público acaba en los bolsillos de los propietarios. Otro ejemplo es subvencionar la agricultura en función de la cantidad de pesticidas utilizados, obligando a los agricultores a devolver lo que reciben a la industria agroalimentaria.

El control de los precios de lo esencial, como la alimentación, la vivienda y la sanidad, es esencial si queremos vivir con dignidad. En primer lugar, los productores y agricultores deben poder vivir de su trabajo, en lugar de ser mantenidos por la comunidad mediante ayudas sociales condicionadas. El precio de venta debe ser digno para que los productores o agricultores puedan trabajar según su voluntad, para que sean autónomos y responsables. De lo contrario, Cargill, por ejemplo, podrá comprar productos que no respetan la naturaleza por muy poco dinero. En segundo lugar, la vivienda urbana excluye a la gente del campo. Se ha vuelto demasiado caro encontrar un lugar para vivir y, por tanto, para estudiar. Hay que controlar los alquileres.

Lo que es inaceptable aquí es inaceptable en otros lugares. Hay que imponer condiciones a las importaciones. Las multinacionales deben rendir cuentas por sus acciones antisociales y contrarias al medio ambiente en su país y en el extranjero.

La propiedad privada no puede ser absoluta. La contaminación y la destrucción de los bosques no pueden ser toleradas. La libertad está limitada porque no debemos perjudicar a los demás.

Hay que luchar contra el capitalismo, porque en una empresa, la propiedad otorga todo el poder de decisión. Los empleados y la sociedad deben tener voz porque han contribuido al éxito de la empresa: carreteras, policía, escuelas, formación, etc. Y también tienen voz sobre el impacto en el medio ambiente y el trato a los empleados y los animales. Y también tienen voz y voto sobre el impacto en el medio ambiente y el trato a los empleados y los animales. El futuro de la empresa debe estar en sus manos, y ellos deben poder influir en el futuro de sus puestos de trabajo. Es cierto que los propietarios asumen un riesgo. Pero los empleados también asumen riesgos: han invertido con sus estudios, se trasladan, envían a sus hijos a la escuela. El capital se mueve libremente y viaja de una empresa a otra. La propiedad no es un derecho sagrado. ¡No hay casas vacías cuando hay gente durmiendo en la calle!

La caridad no te hace digno. Tienes que ser autosuficiente porque estás haciendo algo positivo para la sociedad. Si la gente se siente bien, enferma menos y a la sociedad le cuesta menos. Se valora a quienes poseen empresas y son responsables del agotamiento e incluso del suicidio de sus empleados y contaminan a montones en beneficio propio, mientras que no se valora a un parado que cultiva su huerto y cuida de los jóvenes y los ancianos.

Para luchar contra la extrema derecha, hay que dejar de limitarse a demonizarla, aunque sea cierto que constituye un peligro real para las democracias y los valores de la revolución. Hay que proponer medidas que devuelvan la dignidad a todos, que nos permitan convivir sin exclusión.

Bernard Lavilliers – Les mains d’or: https://youtu.be/gsYogvPSFak?si=sCZBYzVNdL1f3Ly7

Aurianne Or by Aurianne Or is licensed under CC BY-NC 4.0